martes, 17 de junio de 2014

Spinoza


Dios

Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida.

Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.

¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa.

Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.

Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo.

El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer.

Hombre y conocimiento

Para Spinoza es realmente significativo el ‘conocimiento’ como un presupuesto de libertad, como labor indispensable gracias a la cual se es libre; vemos que el hecho de Discernir y Conocer (clara y distintamente) nos otorga independencia, sensatez y criterio propio, aspectos estos que se constituyen como vértebras de comportamiento en el hombre que facilitan una verdadera autonomía, una serenidad completa en el acercamiento del hombre con el mundo y asimismo una aceptación de este tal y como es (dejando de lado el prejuicio que asume la existencia del universo actuando con una finalidad).

Debemos comprender de igual forma que los hombres libres de ninguna manera son seres amargados y aislados, nos dice el ilustre pensador que antes bien ellos poseen entre sí una gratitud recíproca; cosa que por el contrario en aquellos hombres que se dirigen por el deseo ciego se traduce en un reconocimiento mutuo que las más de las veces es un tráfico o un engaño que un verdadero y leal agradecimiento.

Podemos ver en igual proporción que quien se dirige por la razón es más libre en sociedad (donde vive conforme al común decreto), que solo y en clausura (donde no obedece más que a sí mismo). Este hombre al decir de Spinoza, no obedece conducido por el temor sino que en cuanto se esfuerza en vivir libremente “desea observar la regla de la vida y utilidad comunes, y por lo tanto vivir deacuerdo al decreto común de la ciudad”.





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